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En su libro «Historia del futuro», el antropólogo y periodista explora cómo las visiones del porvenir han moldeado nuestras sociedades, desde el tarot hasta la ciencia.

¿Es posible predecir el futuro? Para el antropólogo, periodista y autor del libro «Historia del futuro», Pablo Francescutti, la respuesta es tan fascinante como ambigua: «Sí, pero no».

Pablo es rosarino y está radicado en Madrid, es doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense, y ha dedicado su carrera a investigar cómo las sociedades han imaginado lo que está por venir, desde los oráculos de la antigüedad hasta los modelos científicos modernos.

En diálogo con Cadena 3, Francescutti explicó que su obra, nacida en el contexto de incertidumbre de la pandemia, no busca profetizar, sino analizar las visiones del futuro a lo largo de la historia.

«El futuro, en abstracto, no tiene historia porque aún no existe. Pero las visiones que hemos tenido sobre él sí la tienen», afirmó.

Su libro -Historia del futuro: Utopías Y distopías después de la pandemia- traza una cronología comentada que va desde los presagios y sortilegios de antaño hasta las proyecciones científicas actuales, como las del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático.

Francescutti aborda el futuro desde múltiples disciplinas: economía, demografía, sociología y ecología. En el plano económico, destaca que las predicciones son un producto del capitalismo, con su lógica de expansión y contracción.

«La prensa económica está llena de pronósticos sobre el PIB o las decisiones del FMI, pero a largo plazo, nadie puede asegurar si el capitalismo colapsará o no», señaló.

En ese marco, aunque teorías socialistas y anarquistas soñaron con un mundo utópico postcapitalista, el autor duda de su viabilidad: «No creo que tengamos la certeza de que el capitalismo va a acabar».

Desde la demografía, Francescutti observa cómo la percepción del futuro varía con la edad. «Los jóvenes ven un horizonte temporal lejano, mientras que los mayores sentimos el reloj del final acercándose», comentó.

Esta diferencia influye en cómo planificamos, desde los planes de jubilación hasta nuestra preocupación por avances médicos. En cuanto al género, el investigador subraya el sesgo histórico: «Los futuros siempre fueron pensados por hombres, dejando a las mujeres en un rol secundario, como las pitonisas de Delfos, que balbuceaban mensajes que los hombres interpretaban».

El libro también explora cómo las ideologías moldean las visiones del futuro. En el siglo XVIII, la ilustración proclamó el futuro como la tierra de la gran promesa, dividiendo a los pensadores en progresistas, que creían en un mañana mejor, y conservadores, nostálgicos de un pasado idealizado. Hoy, sin embargo, Francescutti percibe un giro: «En América Latina, parte de la izquierda se ha vuelto conservadora, defendiendo revoluciones como la cubana sin proponer un futuro claro». En Europa, señaló que los países nórdicos, antaño bastiones del progresismo, votan cada vez más a la derecha, temerosos de lo que el futuro pueda traer.

Argentina, según Francescutti, es un caso particular. «Es un país que se quedó sin futuro», sostiene. En lugar de utopías, predominan las «retrotopías»: visiones que miran al pasado, ya sea a la Argentina liberal agroexportadora de la generación del 80 o a los años dorados del peronismo (1945-1955). La falta de un proyecto colectivo movilizador, sumada a oleadas de emigración desde los años 60, refleja esta ausencia de horizontes prometedores. “La gente se va porque no ve futuro”, sentencia.

Aun así, Francescutti no pierde la esperanza. Las visiones del futuro, sean utópicas o distópicas, tienen un poder movilizador. “Una utopía nos empuja a alcanzarla; una distopía, a evitarla”, explica. En el caso de Argentina, sugiere que superar las antinomias políticas y construir una visión integradora podría ser el primer paso para salir del estancamiento.

«Historia del futuro» no solo invita a reflexionar sobre cómo imaginamos lo que está por venir, sino que también nos desafía a preguntarnos si estamos listos para construir un mañana que valga la pena. Como dice Francescutti, “divagar sobre el futuro es saludable, siempre que lo hagamos con un propósito”.

Entrevista de Adrián Cragnolini.
Fuente: Cadena3.com